Estamos en verano y, como en otras ocasiones, queríamos ver y analizar los avances de la estadística de incendios forestales publicados periódicamente por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Los valores comprenden el período entre el 1 de enero y el 02 de agosto de 2020 (entre paréntesis los mismos datos para el año 2019):
- 4.797 siniestros (8.078)
- 3.046 conatos (5.184)
- 1.751 más de una hectárea (2.894)
- 24.923,76 ha de superficie forestal afectada (59.662,03 ha)
- 5 gran incendio (11)
Objetivamente, y si solo nos fijamos en los números, se trata de cifras positivas. Sin duda. Todos los aspectos indicados son inferiores a los del año pasado en un porcentaje muy alto, incluso si los comparamos con el valor medio de los últimos años. Por poner un ejemplo… la superficie forestal media afectada ha sido de 50.751,40 ha, es decir, en lo que llevamos de año han ardido menos de la mitad que los últimos diez años -24.923,76 ha-.
Contestando a la pregunta que nos hacemos y ciñéndonos a la estadística podemos afirmar que esta siendo un buen año en materia de incendios forestales. Pero, no podemos perder la perspectiva. El fuego, con especial incidencia durante los meses de verano, supone un drama para aquellos propietarios que ven arder su monte. Y, aunque el número de siniestros y superficie son “reducidos”, esperamos que esta tendencia se mantenga hasta final de año, es necesario seguir trabajando en materia de prevención de incendios forestales.
Y como escribimos siempre que hablamos de incendios forestales -aunque es extrapolable a muchos otros ámbitos de la sociedad como estamos viendo con la pandemia- la prevención está en la educación. Educación ambiental, si queréis, da igual… educación, al fin y al cabo. Y yendo un poco más allá cuando hablamos de educación, necesariamente, debemos hablar de conocimiento.
Conocimiento por parte de la sociedad de la importancia de la superficie forestal y los efectos que los incendios provocan. No sólo desde un punto de vista económico y medioambiental que son evidentes, sino también desde un punto de vista sanitario. La reducción o eliminación de la superficie boscosa supone un impacto muy agresivo en el paisaje y, este impacto, indirectamente, perjudica el contacto con la naturaleza, simplemente, porque esa naturaleza deja de existir. A modo de recordatorio indicamos algunos de los efectos positivos sobre la salud que tiene el contacto con la naturaleza:
- Disminución de la frecuencia cardiaca y de la presión arterial
- Disminución del riesgo a desarrollar enfermedades cardiovasculares
- Recuperación de enfermedades y aumento de la respuesta inmune
Terminamos con un vídeo de una de las campañas del Gobierno de Aragón de hace algunos años que nos gusta mucho por su eslogan… «¡Ayúdanos… el fuego no perdona!»… extrapolable a otras muchas regiones, sino a todas, de nuestro país.