Una vez terminada la «época de peligro alto de incendios forestales» prácticamente en todas las Comunidades Autónomas (en Castilla y León es el período comprendido entre el 1 de julio hasta el 30 de septiembre), queremos compartir con vosotros el avance de la estadística que desde el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente (MAPAMA), en concreto desde la Dirección General de Desarrollo Rural y Política Forestal, publica en su página web.
El período al que hacemos referencia y del cual mostramos sus datos comprende desde el 1 de enero hasta el 30 de septiembre de 2017 y como en otras entradas que hemos compartido sobre esta temática es bueno saber que se trata de datos provisionales, por tanto, no definitivos, pero que nos pueden servir para hacernos una idea de cómo ha sido o esta siendo el año en materia de incendios en comparación con el año anterior (entre paréntesis los mismos datos para el año 2016):
- 11.742 siniestros (7.695)
- 7.382 conatos (5.767)
- 4.360 más de una hectárea (1.928)
- 22 grandes incendios (21)
- 105.679,58 ha de superficie forestal afectada (60.098,76 ha)
Estos datos, desde nuestro punto de vista, nos siguen pareciendo alarmantes… no por el número de siniestros registrados, que también, sino por la superficie que muestra la estadística… 45.000 hectáreas forestales más afectadas, para el mismo período, son muchas hectáreas.
Creemos que se ha confirmado, este año 2017, sin esperar a finales de año, es un mal año en materia de incendios forestales por los muchos factores que ya indicamos a principios de verano en otra entrada y que nos atrevemos a decir que se mantienen en estos momentos: una fuerte sequía que está provocando la existencia de mucho material combustible seco en los montes; olas de calor; seguramente poco trabajo selvícola desarrollado en los montes; escasa labor divulgativa y de concienciación desde las instituciones…
Seguimos pensando que las reflexiones que escribíamos en otras entradas siguen siendo vigentes… «esta información nos debe hacer reflexionar sobre implicarse en políticas activas de prevención tanto desde el punto de vista forestal, con prácticas selvícolas adecuadas en los montes, como en actividades de educación ambiental a todos los niveles. En este sentido, podemos discutir si añadir el término ambiental es adecuado, término que en este caso, creemos, sí sería adecuado, para luego entrar en el debate de si la población en las zonas rurales está envejecida, si el monte no se aprovecha, etc. Todas ellas verdad pero, independientemente de estos aspectos, las personas que, por negligencia o intención, provocan la quema del monte creemos que se fundamenta en un problema de respeto y es aquí donde la educación (ambiental) entra en juego.»
No podemos dejar de mencionar, porque también es importante decirlo, que las políticas y dispositivos de extinción son necesarios, es más, son completamente necesarias. Pero deben apoyarse en políticas activas de prevención que, hoy por hoy, deberían basarse, o por lo menos empezar a plantearse de una manera más efectiva, en la realización de quemas prescritas como control de vegetación ya que es sobre éste elemento -el combustible- sobre el que tenemos que actuar cuando hablamos de tratamientos selvícolas de prevención.
Terminamos, recordando que a principios de año retomaremos esta entrada para analizar los datos de este año 2017 en materia de incendios que gracias al MAPAMA podemos consultar y, hasta entonces, seguiremos disfrutando del monte…
Si te ha gustado… ¡compártelo en tus redes sociales!